viernes, 16 de noviembre de 2012


Julio Roca: el (póstumo) presidente que ya nadie quiere


El manifestante escribe con letras rojas la letra a luego la ese y uno segundos después ya habrá terminado de estampar en un cartel blanco con pintura roja su mensaje: Roca asesino. Él y otros compañeros tienen como objetivo derribar la estatua del ex presidente Julio Argentino Roca, erigida en la Plaza Expedicionarios del Desierto, en Bariloche. El acérrimo desprecio para con el difunto mandatario no sorprende a nadie.
Julio Argentino Roca no tenía cuarenta años cuando, en 1898, fue presidente de la RepúblicaArgentina, cargo que repetiría dieciocho años después; la prensa  lo llamaba el Zorro por su camaleónica relación con el sector obrero y la burguesía. 
A pesar de que en sus mandatos se llevaron a cabo duras resoluciones como el Estado de Sitio, o la sanción de la Ley de Residencia, que establecía la expulsión de los extranjeros que perturben el orden público -maniobra destinada a los obreros inmigrantes que luchaban por la jornada laboral de ocho horas- o que el  1 de mayo de 1904 la represión policial de su gobierno dejó el primer mártir del movimiento obrero argentino, Juan Campo, una vez concluida su gestión no hubo revueltas sobre su persona, manifestaciones que lo juzguen o remordimientos que lo envíen al cadalso. Incluso el 19 de octubre de 1941 el país le rindió tributo erigiendo en el centro porteño -en la calle Diagonal Sur y Perú- un monumento hecho por el artista José Luis Zorrilla,  padre de la actriz rioplatense China Zorrilla. La escultura ecuestre, hecha de mármol era la más grande del país, luego se construirían otras 36 más.
Hoy  aquella estatua es un endeble homenaje: no hay semana sin que el pedestal de granito rojo esté inundado de grafitis o invadido de banderas cuyas alegorías son claras: "Chau Roca" o "Contra el genocidio de ayer". La consigna tiene una única premisa: que Julio Roca pague muerto lo que en vida no.
¿Pero qué pasó para que el otrora presidente de final tranquilo se haya convertido en un  genocida contemporáneo?
Si la Conquista del Desierto  -campaña militar donde se conquistó 15 mil leguas de territorio patagónico- le dio prestigio, más de un siglo después esa empresa se redescubre como una matanza hostil, una masacre a los pueblos originarios, una barbarie.
Daniel Balmaceda, historiador argentino, se pregunta si es necesario pintar o destruir un monumento que no fue impuesto por un gobierno sino hecho por el pueblo. "Esas cosas son vienen bien para el Imperio Romano. Nosotros deberíamos entender que no estamos para juzgar a las personalidades del pasado, sino para tratar de comprender y conocer la historia en profundidad", reflexiona.
Para el periodista Osvaldo Bayer en cambio, Roca fue un sanguinario genocida que a través de La Campaña del Desierto ideó el  aniquilamiento a los habitantes de unas inhóspitas tierras, en su mayoría indios mapuches. Según datos de la época se exterminaron a 15 mil. 
El debate, sin embargo,  parece tener un único cauce.
En los últimos años son recurrentes los actos en contra de su póstuma política; en el Congreso de la Nación se amontonan los proyectos para eliminar su nombre de plazas, calles, avenidas y vías férreas; grupos a favor de pueblos originarios organizan actos que, si los medios lo permiten, terminan con el decapitación de estatuas que lo representan; hasta la Presidenta de la Nación, anunció el reemplazo de la figura de Roca del billete de cien pesos -el de mayor valor en el país- por la de Eva Perón.
Roca murió hace 98 años, en su apacible estancia bonaerense, La Argentina. Tenía 71 años y una tenue sospecha sobre su polémico futuro.