martes, 20 de noviembre de 2012


Ilesos



Sonreí confiado como quien es dueño de una pequeña felicidad. Súbitamente mis labios se encorvaron, mi frente se llenó de líneas y no pude contener el pánico: -¡Carajo! ¿Dónde se metió?
El colectivo 100 venía apacible por Cerrito y en un instante se escabulló, dobló, se esfumó por otra calle. Quedé desolado junto con  la incipiente mañana, la desnuda parada del colectivo y las hojas del árbol de lavanda que caían sobre mi cabeza. Subí el tono a mi nuevo insulto:
 -Colectivo de mierda ¿Y ahora cómo me vuelvo a casa?
Eran las cinco de la mañana, el país se preparaba para uno de los paros más importantes en los últimos años y el colectivo 100 quebraba mi tranquilidad, mi pachorra, la leve alegría de llegar a casa en tiempo y forma.

La noche previa vi las caras regordetas por tevé de los sindicalistas Luis Barrionuevo, Hugo Moyano y Gerónimo Venegas que garantizaban el éxito del paro -que comenzaba a las cero horas- cuyo apoyo incluía a los sectores de transporte, también a bancarios, escuelas, estaciones de servicio, subtes, trenes y salud. No me importó. Tenía mi coartada que, aunque sencilla, prometía eficacia: saldría antes del trabajo, el 100 llegaría como siempre a las 5:07 y estaría en Lanús cuarenta minutos después;  ahí ya no habría problemas podría por llegar a casa en colectivo, a pie o en remís. El periplo no debía dilatarse,  a las 7 estaba programado el corte en el puente Pueyrredón -arteria fundamental en la que a diario pasan miles de ciudadanos de Capital  a Provincia y viceversa.

Tozudo quise esperar el 100 a pesar de sus poco favorables antecedentes; el bus rojo con vivos color crema no era de las presas fáciles; de hecho el ramal 1 más de una vez me había obligado a alargar mi paciencia, llevarla hasta los límites de la lógica. Decidí buscar otro aliado, el subte; los portales de Internet informaron  la noche anterior que sólo la línea B se adhería y como yo necesitaba de la línea C...Bingo...llegaría a Constitución y de ahí el tren y de ahí la gloria -casa. Si bien las vías del ferrocarril Roca iban a ser cortadas en Avellaneda no imaginaba ese corte tan temprano. Crucé la avenida más ancha del mundo ávido de resolver de una vez por todas el enigma de cómo llegar a casa, el tiempo se agotaba 5 y 15 figuraba en  el celular; llegué a la boca del subte y todo fue desazón: estaba cerrada. Putié a los portales de internet de nuevo al 100 y en  mi mazo sólo quedaba una última carta: correr  hacia la Avenida Alem y esperar el 33 -presa más difícil, su frecuencia  los días hábiles es de, al menos,  20 minutos.

Quise desprenderme de todo pesimismo pero no pude, si el 33 tardaba demasiado en llegar -si es que en algún momento se dignaba a venir- no sólo no iba poder cruzar a Provincia sino que mi mañana estaría dedicada a  vagar somnoliento por la Ciudad. Putié de nuevo al 100, artífice en parte de todos estos contratiempos. El celular marcaba las 5 y 20; cada minuto era vital, transité a toda velocidad la Avenida Corrientes; como una molesta  imagen que se antepone ante mis ojos vi la marquesina de El Nacional cuya obra en cartelera era Casi Normales, en el frenesí y la prisa un cartel de un sonriente César "Banana" Pueyrredón se antepuso ante mi vista, parecía burlarse de mi desdicha. Al pasar por el Gran Rex un hombre tumbado boca abajo hacía de un rincón de la entrada del teatro su refugio que adornado con carteles con las figura de la cantante Valeria Linch coronaban una escena melodramática; el panorama no era alentador, la humedad, el hombre tumbado, Valeria Lynch pintarrajeada, César "Banana" Pueyrredón de algarabía, el 100, el Puente Pueyrredón: el paro.

Al llegar a la esquina de Corrientes y Maipú me detuve, di un salto, era la señal, la solución: divisé la parada del 45. Hacía años que no lo tomaba, lo recordaba como un verde y puntual colectivo, ahora más coqueto, le habían puesto aire acondicionado y bombitas rojas que remarcaban el cuatro y el cinco. ¿Tanta estética era proporcional a su puntualidad? Rogaba que lo fuera. En la parada dos muchachos resoplaban, tenían caras largas y temí lo peor: quien sabe desde hace cuánto lo esperaban; uno de ellos de remera blanca y mochila gris no toleró más la espera y se fue ligero por Corrientes. El otro de camiseta negra, fumando esperaba.
Una gota me golpeó la nariz, otra la boca y una tercera cayó firme junto a mi párpado izquierdo. -¿No me digas que llueve? me dije. Estaba tan desquiciado que en mi afán por encontrar un colectivo que me lleve a destino me había olvidado que el clima era ideal; el cielo era una capa bicolor  azul y negra; lo que me mojaba  no era lluvia, eran las gotas que chorreaban de los aires acondicionados del edificio de Telefónica; las recibí con aplomo, me acerqué a la vidriera del Centro de Atención al cliente y vi una gama muy mejorada de celulares, también propaganda de Movistar. Me distraía de forma absurda, como ido del hervidero en el que horas después se convertiría el país .

Continuaba la espera del 45. Ya no había regreso, si caminaba las tres cuadras hasta  Alem iba a correr el riesgo de perderlo todo: el 45 y el 33.
Las gotas no mermaban, caían ruidosas, era lo único que se escuchaba en la desolada madrugada porteña. Los taxis eran figuras esporádicas, los colectivos casi no aparecían.

En el horizonte una luz roja emergió de la nada. Podría ser el 45, achiné los ojos para quitar el contraste de la luz de color y quedarme con la silueta de los números. Los segundos eran eternos, no sabía si era el 45 o veía visiones, la tensión aumentaba, pensaba correr al encuentro pero antes del ridículo era mejor la paciencia.
Cuando por fin distinguí el 4 y 5 me atribuí una victoria que el 100 no supo (pudo) darme. Corrí al encuentro, el idilio no podía ser mejor, yo mojado, casi exhausto de impaciencia subía, decía uno setenta y cinco y me sentaba tranquilo para llegar a casa ileso. Eran las 5 y 29. El tiempo estaba de mi lado.

El colectivo agarró Maipú tan lento como un caracol; atravesó las callecitas angostas que estaban llenas de volantes que decían: "Nosotros los empelados de comercio nos adherimos". Maipú tenía más basura que gente en sus calles. El olor que desprendían sus baldosones era ácido, viejo, húmedo. Unos chicos salían de un boliche, las chicas con la ropa tan pegado al cuerpo y los muchachos con una mirada perdida bloqueaban la circulación del 45 que paciente seguía su ritmo tranquilo. Un semáforo en rojo, otro más, ahora el tercero... Desesperé pensando en que la victoria ya casi consumada se vería afectada si el colectivo seguía demorándose. Cada minuto contaba. Eran las 5:38. El 45 seguía avanzando muy lento. No era divertido, en poco tiempo más las fronteras hacia Provincia iban a ser cerradas y quien sabía cómo iba a poder alcanzar el otro lado de Buenos Aires.

Cada frenada, cada semáforo reverberaba como un suspiro, una herida; nosotros aquí en la indecisión de llegar o no a destino y los piqueteros tan aprestos acortar los puntos de acceso. Si los unos se adelantan a los otros es el cielo o el infierno.

Al lado mio se sentó un muchacho de campera roja cuyas  mangas le tapaban casi toda la mano, apenas se distinguían unos dedos flacos; tenía un teléfono viejísimo, alcanzo a leer que escribe que los colectivos demoraron bastante, que llega tarde. Mientras tanto  el 45 no se rinde, esta vez acelera por primera vez en la noche, estoy casi desbordado de alegría  por fin el viaje será sin interrupciones pero el rojo del semáforo indica que legalmente hay que detenerse. Lo  hace el 45, lo hacemos todos.
Me pregunto como estarán las cosas por el puente Pueyrredón. Twitter se rie de mi. Borré esa aplicación de mi celular hace tiempo, ahora la necesitaría para saber qué sucede, que fue de la vida de los futuros cortes, del candado que le van a poner a la Ciudad para que nadie (nada) salga o entre.

Llegamos a una de las zonas inexpugnables de la jornada: Plaza Constitución. La veo desguarnecida. El gigante todavía duerme, es un perro que no cuida bien su hueso y nosotros se lo robamos. En ochenta minutos este lugar será inaccesible, habrá banderas, ruidos, pancartas, insultos al gobierno, consignas de todo tipo. Habrá multitudes. El 45 viborea y encara por avenida Brasil, las dieciocho personas que están en el colectivo no hablan del paro; en ochenta minutos es probable que lo hagan.

Algunos pocos se bajan, el colectivero grita una obviedad: que la estación Constitución está cerrada -no hay ternes. Suben una veintena de personas, los espacios se achican y en pocos segundos se escuchan las palabras: "paro, no puede ser, gobierno, Cristina, trenes, siempre lo mismo y negros de mierda". Son las 5 y 47 y la corazonada es posible, llegaremos a Lanús. ¿Llegaremos? Cuanto más grande es la certeza mas arrecian las dudas.

Una mujer rubia que lleva la marca de los años en sus arrugas no deja de hablar de los cortes programados en el día, menciona que su marido le avisó los lugares conflictivos y que por eso es mejor hoy no ir a trabajar. Otra mujer vestida con ropa de limpieza le agradece a su compañera haberla acompañado, se siente engañada porque le dijeron que los trenes funcionaban y que mucho no sabe cómo viajar, su compañera le responde qué barbaridad y que le quisieron cobrar un remis a Longchamps 250 pesos. -Una locura, repiten ambas a coro y se miran, se sonríen, se consuelan.

Apoyo mi parietal en la ventana que está fría, mi cabeza repiquetea al son de los movimientos del colectivo. No me perturba. En la terraza de un hogar de la calle Osvaldo Cruz hay un muñeco vestido con ropa militar, lo observo, sonrío, pienso que si no fuera por tener mi culo sentado en el 45 y a pocos minutos de llegar a Lanús jamás me divertiría tal escena.

Llegamos al lugar prohibido: el Cruce Nuevo Puente Pueyrredón. No hay un alma cerca, lo penetramos de norte a sur, disfruto la hazaña.
En menos de una hora el lugar estará colmado de gente, de protestas, de conflicto. Ahora su brazo de fierro nos lleva del otro lado de la Ciudad; el 45 no deja de darme alegrías esta mañana de martes, ahora elude un pozo aumenta la velocidad -el sabor dulce de haber cruzado el puente sigue por inercia en mi corazón. Me pongo a pensar en las cosas más cotidianas del mundo, qué habrá para acompañar el café, si esos panes con roquefort que vende la panadería de la esquina de casa ya estarán listos.
Hay más del verdoso colectivo: agarra Av. Rivadavia  mientras tanto la palabra trenes, subtes, colectivo se repiten cincuenta veces en el ya repleto colectivo. Poco importa: cruzamos el puente.

Luego de varios minutos la proeza está consumada, el 45 acelera y deja atrás a un gol blanco, se pone a la par de un fiat duna rojo y disminuye la velocidad hasta llegar a la estación Lanús. El colectivo quedó desierto: bajan 23 pasajeros, todos con cara de dormidos y una agradable sensación por haber, hoy 20 de noviembre, llegado a casa. Hay miles, que no saldrán tan ilesos.

viernes, 16 de noviembre de 2012


Julio Roca: el (póstumo) presidente que ya nadie quiere


El manifestante escribe con letras rojas la letra a luego la ese y uno segundos después ya habrá terminado de estampar en un cartel blanco con pintura roja su mensaje: Roca asesino. Él y otros compañeros tienen como objetivo derribar la estatua del ex presidente Julio Argentino Roca, erigida en la Plaza Expedicionarios del Desierto, en Bariloche. El acérrimo desprecio para con el difunto mandatario no sorprende a nadie.
Julio Argentino Roca no tenía cuarenta años cuando, en 1898, fue presidente de la RepúblicaArgentina, cargo que repetiría dieciocho años después; la prensa  lo llamaba el Zorro por su camaleónica relación con el sector obrero y la burguesía. 
A pesar de que en sus mandatos se llevaron a cabo duras resoluciones como el Estado de Sitio, o la sanción de la Ley de Residencia, que establecía la expulsión de los extranjeros que perturben el orden público -maniobra destinada a los obreros inmigrantes que luchaban por la jornada laboral de ocho horas- o que el  1 de mayo de 1904 la represión policial de su gobierno dejó el primer mártir del movimiento obrero argentino, Juan Campo, una vez concluida su gestión no hubo revueltas sobre su persona, manifestaciones que lo juzguen o remordimientos que lo envíen al cadalso. Incluso el 19 de octubre de 1941 el país le rindió tributo erigiendo en el centro porteño -en la calle Diagonal Sur y Perú- un monumento hecho por el artista José Luis Zorrilla,  padre de la actriz rioplatense China Zorrilla. La escultura ecuestre, hecha de mármol era la más grande del país, luego se construirían otras 36 más.
Hoy  aquella estatua es un endeble homenaje: no hay semana sin que el pedestal de granito rojo esté inundado de grafitis o invadido de banderas cuyas alegorías son claras: "Chau Roca" o "Contra el genocidio de ayer". La consigna tiene una única premisa: que Julio Roca pague muerto lo que en vida no.
¿Pero qué pasó para que el otrora presidente de final tranquilo se haya convertido en un  genocida contemporáneo?
Si la Conquista del Desierto  -campaña militar donde se conquistó 15 mil leguas de territorio patagónico- le dio prestigio, más de un siglo después esa empresa se redescubre como una matanza hostil, una masacre a los pueblos originarios, una barbarie.
Daniel Balmaceda, historiador argentino, se pregunta si es necesario pintar o destruir un monumento que no fue impuesto por un gobierno sino hecho por el pueblo. "Esas cosas son vienen bien para el Imperio Romano. Nosotros deberíamos entender que no estamos para juzgar a las personalidades del pasado, sino para tratar de comprender y conocer la historia en profundidad", reflexiona.
Para el periodista Osvaldo Bayer en cambio, Roca fue un sanguinario genocida que a través de La Campaña del Desierto ideó el  aniquilamiento a los habitantes de unas inhóspitas tierras, en su mayoría indios mapuches. Según datos de la época se exterminaron a 15 mil. 
El debate, sin embargo,  parece tener un único cauce.
En los últimos años son recurrentes los actos en contra de su póstuma política; en el Congreso de la Nación se amontonan los proyectos para eliminar su nombre de plazas, calles, avenidas y vías férreas; grupos a favor de pueblos originarios organizan actos que, si los medios lo permiten, terminan con el decapitación de estatuas que lo representan; hasta la Presidenta de la Nación, anunció el reemplazo de la figura de Roca del billete de cien pesos -el de mayor valor en el país- por la de Eva Perón.
Roca murió hace 98 años, en su apacible estancia bonaerense, La Argentina. Tenía 71 años y una tenue sospecha sobre su polémico futuro.

miércoles, 10 de octubre de 2012


Mándenme fruta

Surgidos como una alternativa saludable ante los tradicionales deliveries, La Barata del Central y El Rincón Orgánico proponen una oferta gastronómica distinta que diariamente suma cientos de nuevos clientes ávidos por una dieta más saludable.
La Barata del Central  nació a fines del año pasado como un espacio dedicado a la venta online de frutas y verduras. En la actualidad ya cuenta con más de 3500 clientes. La precursora de este proyecto, Romina Figliozzi, se inspiró en el armado y venta de canastas de frutas y vegetales del Bosque Peralta Ramos de Mar del Plata y también en las compras comunitarias que la gente realizaba en el Mercado Central  durante la crisis de 2001.
Los pedidos se hacen únicamente por internet y se pagan al momento de recibirlos. Uno de los atractivos que idearon los organizadores de la iniciativa es la "canasta semanal de alimentos" que incluye por una suma que no supera los cincuenta pesos una amplia variedad de frutas y verduras; esta oferta suele incluir hasta dieciocho vegetales a un precio cuatro veces más barato que en las verdulerías del barrio.
"Más cómodo, más fresco, más barato y más rico" anuncia un entusiasta aviso en la web oficial de la Barata del Central. El espacio no sólo sirve para promocionar precios y bondades de comer sano sino que funciona como fuente de información sobre las ventajas de tener una dieta más saludable.
"No sólo vemos la gran aceptación del público en cuanto a esta nueva forma de abastecerse de mercadería fresca por el crecimiento en nuestras ventas, sino que también se generó una verdadera comunidad en nuestra página de Facebook, donde la gente participa activamente en la elección del producto, colaboran con el control de calidad, se aconsejan acerca de cómo preparar y conservar los productos que ofrecemos", explica Romina, cuyo negocio en las redes sociales va en aumento: en Twitter tienen 706 seguidores y en Facebook se estima que a fin de año llegarán a los 9000 amigos.

 La interacción entre vendedores y clientes se refleja asiduamente en ambas redes sociales y la respuesta del público es variada, la mayoría reconoce la originalidad y el buen precio de la saludable iniciativa: "me entregaron mis dos primeras compras, excelente, lo recomiendo" comenta Mara que coincide con la opinión de Malena quien recibió su primera canasta y promete volver comprar; pero también hay quienes admiten que la expansión del negocio retrasó los tiempos de entrega de pedidos: "Hace varias horas que realicé la compra de mi canasta y aún no recibí noticias" reclama Darío vía Facebook. La ampliación de las zonas de entrega es uno de los  próximos objetivos de la Barata del Central; por el momento la mercadería se entrega en los barrios de Colegiales, Belgrano, Almagro y Palermo; donde se ubica, en la calle Nicaragua al 5539, un local disponible para retirar pedidos.
"A pesar de que mucha gente piensa que tenemos apoyo del Gobierno, y por eso se pueden ofender al no llegar a su barrio, nuestros clientes saben quienes somos y que realmente estamos trabajando mucho para brindar un buen servicio. Vamos de a poco, pero siempre con el objetivo de crecer cada día mas" puntualizó Romina.
Pero no sólo de comercio se trata, según Figliozzi la idea es dejar en la gente un mensaje claro en cuanto a los beneficios de comer sano y fomentar el consumo de vegetales, que en el país está muy por debajo de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Si bien los alimentos que comercializa La Barata del Central  no son orgánicos, lo que significa que los mismos no se cultivan  de forma biológica y bajo métodos tradicionales,  la correcta regulación en la producción de frutas y verduras no representa un peligro para la salud. La Licenciada en nutrición, Eugenia Ponce, coincide con esta idea: "Si los productores respetan las dosis correspondientes de pesticidas que debe llevar cada alimento no es necesario alarmarse"; la especialista además admitió la importancia de alimentarse sanamente y que surjan nuevos canales de difusión para el consumo de frutas y verduras.

Otra de las alternativas saludables es la que ofrece El Rincón Orgánico, espacio gastronómico pionero en la venta y producción de alimentos orgánicos. Con presencia en el rubro desde 1989 y ubicado en Bulnes al 910, en el barrio porteño de Almagro; los productos comercializados son, entre otros, alfajores de dulce de leche, lácteos, vinos, miel, y café y se distribuyen a hogares, tiendas y restaurantes. 
Los lugares de envío también son diversos: Palermo, Puerto Madero, Barracas, Barrio Norte, Devoto, Belgrano, Núñez, Saavedra, Coghlan,  Tortuguitas, Tigre, y Nordelta son algunas de las zonas que ya incluyeron en su dieta productos orgánicos.
  

Delivery. Si bien La Barata del Central envía pedidos a cuatro barrios porteños, tiene proyectos para extender el radio de entrega.




María Calzada, es bio chef y alma máter de esta propuesta cuyo objetivo fue, desde sus comienzos, llevar alimentos de la huerta a la mesa.
"Comencé en 1989 vendiendo huevos de gallina araucana, luego en 1993 comencé a hacer servicios de caterings hasta que pude ponerme un local en la zona de Villa Crespo. El producto orgánico ayuda a conectarte; creo que el alimento cambia el espíritu de las personas y los alimentos orgánicos te cambian", comentó Calzada.
Los precios de los alimentos orgánicos suelen ser un poco más elevados que los tradicionales: el café cuesta  los 250 grs, $49,  el kilo de arroz blanco está $34 y un frasco de aceitunas verdes se consigue a partir de los $50; sin embargo, Calzada afirma que hay un mito sobre los altos precios en esta clase de productos: “No es cierto que la comida orgánica sea mucho más cara; por ejemplo la docena de huevos que tenemos a la venta está al mismo precio que en cualquier cadena de supermercados. Nuestros productos son caros si se los compara con otros de baja calidad”.
Consolidarse en el mercado fue una de las mayores adversidades que se le presentó a la fundadora de El Rincón Orgánico: “Es difícil competir en el mercado argentino, ya que no hay una cultura para consumir productos orgánicos; la mayor traba es la estabilidad, en estos veinte años pasé por diferentes etapas del país y cada ladrillo que construimos fue producto de nuestro esfuerzo, ningún gobierno nos ayudó. La meta es concientizar a la gente para que asimilen las ventajas de consumir productos orgánicos”, explicó la bio chef.  

Mudanza. Luego de 17 años en el barrio de Villa Crespo, El Rincón Orgánico atiende al público en la esquina de Bulnes y Guardia Vieja, Almagro 

Desde hace unos años que El Rincón Orgánico exporta productos a varios países de Latinoamérica y hasta fue galardonado en Estados Unidos con el Spirit of Organic Award por la difusión, apoyo y política en la comercialización de productos orgánicos. 
Para aquellos indecisos que no están seguros de dejar de lado el número de la vieja pizzería o rotisería de barrio y necesitan una alternativa saludable, La Barata del Central  y El Rincón Orgánico proponen no sólo considerarlo, sino que además difunden el mensaje de que comer sano es posible y adaptable a las necesidades más variadas. Basta ver la importante cantidad de clientes que apoyan  esta tendencia “verde” que, según parece, llegó para quedarse. El público amante de frutas y verduras, agradecido.

sábado, 1 de septiembre de 2012


Ella
Viví muchas desgracias. Cuando tenía ocho años me perdía por las calles de mi barrio, recuerdo cuando salía por un camino tranquilo y súbitamente se cruzaban diagonales, surcos, pasajes: laberinto que me tomaba horas en resolver. Cuando llegaba la noche apenas estaba escapando de ese enjambre suburbano.
Al comenzar primer grado me di cuenta que nadie se parecía a mi; que los estúpidos de mis compañeros apenas  me llegaban a los talones. Me producía un asco infinito las dificultades que tenían aquellos niños para distinguir la a de la bé o entender por qué la hache era muda.
El día que me gradué fue hermoso porque sentí una liberación absoluta de esas caras con granos, de esos ojos que continuamente me desaprobaban y de los compañeros que ya no iba a ver más. De los tilingos que no se cuestionaban nada y que –pasivos- no ansiaban cambiar el mundo.
Durante mi juventud fui casta e inmaculada, llegué a odiar mi cuerpo y deseaba con todo mi corazón cambiarme de alma. Pero no pude y seguí. No estaba conforme conmigo pero existencialmente fui  explorando mi vasto universo; en el fondo sabía que algo tenía. Que era una maldita talentosa. Que si era paciente y sabía esperar mi inteligencia superlativa por fin me iba dar algo para entretenerme.
La búsqueda de mi vocación -responder a la pregunta ¿Qué diablos quiero hacer de mi vida?-  fue un pedregoso camino. Pero finalmente resolví el acertijo.
Intenté estudiar para contadora pero los números se deslizaban frente a mí tan escurridizos como incontrolables. Quise abrir una boutique pero el país no estaba preparado para los pequeños inversores. Quise muchas cosas pero fallé. Encontrar una vocación es encontrar una fragancia que te excite, que te haga bambolear los latidos del corazón. Es poder hallar un lugar, una respuesta.
Quise ser peluquera, farmacéutica, diseñadora de ropa, trapecista, música, filósofa, guionista, azafata, paseadora de perros, mucama, dibujante, periodista, maestra, bióloga, tenista, pintora, banquera, arquitecta, astronauta, enfermera, secretaria, prostituta, catequista, vendedora y hasta pensé en anotarme en clases de tarot. Pero no: fui presidenta. Y de las buenas.
Ahora que mi voz es tenue y paso los días alimentando el buche de cientos de palomas en la plaza de este frío pueblo, no tengo mejor pasatiempo que recordar. Y las imágenes como sueños  que provienen de una niebla lechosa se desgranan en mi mente en una masa compacta. Fui buena. Muy buena. La mejor. Fui presidenta y nadie se animaba a contradecirme, mucho menos a preguntarme. Si habré puteado ministros cuando no querían aprobar aquel famoso decreto; si los hice tropezar más de una vez con mi histrionismo. Mi voz era solemne. Jamás leí un discurso - éstos salían de un libreto concienzudamente armado. Decía las cosas con firmeza y aquel que no entendía podía considerarse del bando enemigo. Sí, lamentablemente había enemigos.
La época se prestaba para todo: las máquinas chorreaban información y en vez de hablar bien de mí, al contrario, osaban perturbar mi podio. Había muchos déspotas que odiaban mis decisiones, mis hermosas ideas y mis profundas transformaciones. Fachos los llamaba, pero claro, no en público; ante las cámaras no debía mostrar miserias, tenía que estar firme y radiante.
Mi plato favorito era charlar online con gente que no conocía y que por alguna razón nunca llevaban la vida que me hacían creer. Ahora me doy cuenta que me mentían.
Cumplí con los dogmas de gobernar con mano dura y acorralar con propaganda al dubitativo, al ingenuo y al violador. Los quise a todos. Aprendí a valorar el voto como el tigre cuida su último bocado de ciervo. Si querían ensuciar mi imagen siempre tenía un plan bé que garantizaba un contragolpe letal. A eso lo llamábamos cambios estructurales. Me gustaba sugerir nombres y jugar con las palabras; si había que anunciar un ajuste lo podíamos llamar de otra manera o ni siquiera llamarlo. Bueno, estas estrategias las fui aprendiendo con el tiempo. Lleva años ser grande.
No necesitaba de grandes pensadores: Proust, Confucio, Platón, Kant o Nietzsche no eran mucho más que los genios que me rodeaban. Intelectuales le llamábamos.
Todavía me causa ternura rememorar las tardes que pasábamos todos debajo de las cabañas del sur donde muchas veces sentí la contención que necesitaba; porque se sabe, la congoja se introducía en mi cuerpo muchas veces al año. Es sabido por qué.
La derecha deleznable amontonaba errores y ese talón de Aquiles fue mi miel, mi amante y mi gloria. Mi sueño era dejar un país de jóvenes provectos capaces de remover los cánceres de la patria. Uf, estaban por todos lados: desde el desierto hasta los hielos.
Creo que, como toda mujer exitosa, me envidiaban; deseaban lo que ellos no. Querían mi pasado, mis ideales, mi cabeza, mis hectáreas: mi herencia. 
Recuerdo a un hombre poderoso, se vestía con ropa ridícula, tenía bigote anchoíta y algunos kilos de más; con gusto lo visité en África y paseamos una tarde bajo elefantes y jirafas. No entendía nada de lo que me decía; su idioma era una extraña conjugación que me causaba pavor. Pero eso no era lo importante. Lo maravilloso fue estar en su casa: inmensa, lujosa, llena de cerámicas traída de los rincones más inhóspitos del planeta, tenía mujeres bellas como sirvientas y un aterciopelado sillón reservado únicamente para su intocable trasero.
Cuando regresé a casa y contemplé mis cosas me di cuenta que necesitaba mucho más. Enfurecida quise cambiarlo todo, inventar decretos, anular otros e impulsar medidas que me permitiesen engrosar cifras.
A veces me llamaban inconsciente pero no me importó. O sí, un poco. Pero para poner el pecho estaban los demás; ése era el trabajo que debía realizar la gente que me amaba. Lo hicieron, pero claro, por un tiempo. Poco a poco, cuando los fondos fueron escaseando, cuando tuvimos que destinar más dinero de los organismos oficiales las cosas se pusieron exigentes. Fue doloroso ver cómo la gente que antes me quería se ahogaba en inmensas dudas o cómo los más reticentes a mis políticas se relamían ante una victoria segura. No se equivocaron. Yo me equivoqué. Creía en la montaña de lujos. Y cuando un colaborador ingresó a mi despacho con el recorte del periódico que informaba la desdicha del otrora caudillo africano, simplemente tiré de una bofetada el matutino. No estaba para leer ese tipo de noticias. Necesitaba alegrías. Vivía de ellas.  Soñaba con conservarlas eternamente. Quería más.
Ahora que mi bastón de mimbre es uno de los pocos objetos que me quedan necesitaría los besos del poder en mi cuerpo; quisiera una vez más subirme al escenario y ver mi nombre en banderas y vinchas. Cómo quisiera hablar y que me escuchen y que todo esto no sea sólo un berrinche de una vieja que fue.  Haber sido es lo peor que me pudo pasar. Mi rala cabeza blanca no entiende razones; una y otra vez busco resolver el acertijo de la gente que me dejó. Pero ahora me doy cuenta que no era a mí a quien vitoreaban sino a mi poder, a mi cargo, a mis bienes.
El poder: esa prostituta que tan confidente me sedujo y a la que me largué a sus brazos sin importar nada. Grave error. Ahora la extraño, la busco, la necesito. 
Mientras tanto seguiré acá, en esta plaza del sur, alimentando unas cuantas aves olorosas que impávidas miran a una anciana que fue pero ya no. Me compadecen.

©Mike Arista

martes, 10 de julio de 2012


Entrevista a Luis Ordoñez
                                       

                                                 Arte popular

Dibujante autodidacta y con una trayectoria de casi treinta años, su talento lo llevó a retratar a los personajes más importantes de todos los ámbitos. Es docente de tres escuelas donde trasmite la pasión de lo que él considera su don: crear caricaturas.  Admite que en cada trazo sigue buscando la perfección  y que al hacerlo le pone las mismas ganas que cuando comenzó.



-Cuando eras niño dibujabas las letras de las galletitas Canale y de grande llegaste a hacer en una hora los bocetos de diecisiete jugadores de fútbol. ¿Cómo transformaste tu hobbie en una profesión?

Dios me dio un don que por suerte es mi medio de vida. Cuando tenía 5 años copiaba  las letras de esas galletitas sin saber qué significaban; también en la escuela sucedía algo curioso: los maestros le decían a mi mamá que no me haga los dibujos, no creían que yo los hacía hasta que los dibujaba delante de ellos.
En 1986 conseguí mi primer trabajo como profesor. En ese momento me contrató el Instituto de Bachillerato Mariano Moreno,  la institución estaba en una mala situación y querían implentar un curso para mejorar esto. Ya para ese entonces trabajaba en programas exitosos como "Grandes valores del tango", "Todos  los goles", y en algunos programas de Gerardo Sofovich. A Canal 9 llegaba un promedio de 1500 cartas por mes, la gente consultaba  dónde enseñaba, pero al no tener escuela lo derivaba a otros profesionales. Luego me di cuenta que le estaba llenando las escuelas a otras personas pudiendo tener la propia; entonces surgió la posibilidad de dar clases. Me hicieron un contrato por seis meses que incluyó una importante campaña publicitaria en los medios. Me daba un poco de verguenza que se inviertiera tanto por mí, pero cuando descubrimos que rápidamente teníamos 300 inscriptos, me di cuenta que el contrato inicial me había quedado chico (ríe).

- ¿Su trayectoria rompió con el concepto de que la caricatura es un arte menor?
Siempre se creyó eso. He trabajado en programas de televisión con artistas plásticos y casi siempre era el único dibujante humorístico y había cierto desprecio cuando me tocaba participar; sin embargo, los directivos me decían que cuando dibujaba el rating subía mucho. Evidentemente la caricatura es un arte popular. No hay que olvidarse que en mi trabajo hay mucho de arte plástica; a diferencia de un retratista que copia lo que se ve, el caricaturista dibuja lo que imagina. La idea es distorsionar  las figuras al máximo tratando de mantener el parecido. Gracias a mi trabajo pude conocer y entregarles en mano mis dibujos a todas clases de personajes, desde el Nóbel, César Milstein hasta el ex presidente Raúl Alfonsin.


-Teniendo en cuenta la grilla actual de la televisión abierta. ¿Cree que hay lugar para las caricaturas?
Hace poco me invitaron a  programas como Infama o Intrusos. Actualmente el arte en los canales abiertos no es negocio, hoy causa sensación lo que es el llanto o la chica semidesnuda. Hoy no tendría un lugar en televisión abierta ya que comercialmente  no le serviría a ningún productor. Me siento cómodo con ciclos propios en cable como lo fue el programa Las Minas de Ordoñez, en el cual el televidente en unos pocos minutos podía conocer el mundo de la caricatura.


-¿Cómo influyó haber sido autodidacta para la creación de sus propias escuelas?
Cuando era chico no había nada de lo que a mi me gustaba, estaban las clásicas escuelas de bellas artes, en las cuales se enseñaba a dibujar el jarrón y la manzana. En esos lugares reinaba el desorden, era usual ver pinceles tirados y pinturas secas. Eso no me gustaba. Cuando en 1986 comencé con la docencia quería hacer algo distinto, hallar cosas que a mi me hubiera gustado encontrar. La limpieza, la pulcritud y tener gente predispuesta y que ayude a los alumnos, que los haga sentir a gusto.


-Y el éxito de tus escuelas te llevó también a enseñar a Río Negro
Así es. En 2010 el gobierno de Río Negro me contrató para dar seminarios en zonas descuidadas como Choele Choel y Los Menucos. La iniciativa surgió por intermedio de  un alumno  de esa provincia, muy fanatico mío, quien a su vez era chofer del gobernador de Rio Negro, Miguel Saiz.  Eso provocó que el subsecretario de cultura me contacte para armar seis seminarios. Recuerdo que Saiz me dijo que si lográbamos que vayan 45 o 50 personas era un éxito. ¡Fueron en total 600 alumnos! Fue un exito increíble. Estuve enseñando en Viedma, El Bolsón, Bariloche, Choele Choel,  Los Menucos y Cipolleti donde desde hace dos años tenemos una tercer sede que se suma a las escuelas de Lanús y Microcentro.
La gente del interior está muy necesitada del arte, todas las escuelas que hay son las tradicionales, nunca tuvieron una escuela bien armada.

 -¿Se puede trasmitir una determinada técnica o el talento es lo que predomina?
 La técnica se puede transmitir. En estos 26 años como docente vi como muchos alumnos que no tenian idea sobre el dibujo terminaron haciendo trabajos muy buenos. Me di cuenta que la predisposición hace en la gente cosas muy buenas. El dibujante nace pero también se hace; quizás al que tiene condiciones innatas se le facilitarán las cosas , pero aquel que no es tan virtuoso también puede aprender a dibujar. En nuestra página web publicamos dibujos de estudiantes de entre ocho y setenta años y realmente la calidad del material es increíble.
Una de las técnicas a tener en cuenta es la de observar y poder acostumbrarse a captar rasgos. La idea es trasladar al alumnado tres cosas: la práctica con la mano y el lápiz para que pueda dominar el trazo, la creatividad que proviene de la mente, y por último incluir siempre el corazón para darle sentimiento a lo que se está creando. Si podés contabilizar estas tres cosas se puede llegar a ser un excelente profesional.

-¿Existe una nueva generación de buenos dibujantes?
Sí, absolutamente.  El sesenta por ciento de los trabajadores del dibujo salieron de nuestras escuelas; desde aquí los formamos técnicamente con una posibilidad de salida laboral. En la juventud hay una capacidad tremenda de trabajo.


-El dibujante Héctor Oesterhel decía que El eternauta era su versión de Crusoe, para usted ¿qué son sus caricaturas?
(Mirando a los dibujos que adornan su oficina) Amo a todas mis caricaturas y me deleito haciéndolas, en ellas pongo todo el amor del mundo. Te podría decir que mis originales son como mis hijitos, si alguna no me salió bien no es porque no le haya puesto ganas. Me sorprende  que después de haber dibujado tanto me siga apasionando cada vez más el oficio; de hecho ninguna de las caricaturas tiene menos de treinta o cuarenta bocetos previos. Esto se debe a que soy muy perfeccionista, a pesar de que pasaron más de treinta años desde que comencé a dibujar profesionalmente, sigo buscando la perfección.



Inseparables. Ordoñez y su amigo fiel: el lápiz.

viernes, 4 de mayo de 2012

Entrevista a Jorge Eduardo Romero, geólogo


“La minería necesita un control más efectivo”


Para Romero, geólogo oriundo de Aimogasta, La Rioja; el debate sobre megaminería debe incluir la concientización de empresarios de la industria y funcionarios públicos. La falta de control y las leyes que favorecen a grupos multinacionales son factores negativos que alientan a un urgente cambio en las políticas ambientales cuyas falencias ya son históricas cuentas pendientes.

-¿La minería contamina?

-Sí, pero es un tema complejo; en realidad toda actividad humana contamina, hasta las actividades más insignificantes como tomar un té, o no limpiar bien cualquier objeto pueden ser focos de contaminación.En el caso de la actividad minera por su complejidad tienen un fuerte impacto tanto positivo como negativo en el lugar donde se desarrolla. De ahí la importancia que las Autoridades responsablesactúen,para aprovechar los impactos positivos, como la creación limitada de puestos de trabajos y eliminar o mitigar los impactos negativos, especialmente las posibilidades de contaminación y uso del agua, que afectan tanto en su disponibilidad como  en la salud. Para esto hay que eliminar todo tipo de conveniencia las empresas mineras;  los discursos de  las empresas que afirman que no contaminan y de algunos ambientalistas que dicen cosas que no siempre son ciertas, como por ejemplo que la minería produce cáncer -son los contaminantes no tratados los que afectan a la salud como es el caso de la basura-. En el medio de este debate, necesitamos la intervención de los Organismos Institucionales que apliquen las leyes y controles, para recuperar la credibilidad.


-En los 90´ se sancionó la ley ambiental que acentuó el control del Estado en la actividad minera. ¿Notó que esa resolución ayudó al sector?

-En los 90´ se sancionaron una serie de  leyes que favorecieron  a las empresas mineras, como la Ley de Inversiones Mineras  N° 24196,  que no permite la modificación de impuestos a lo  largo de treinta años, y limita las regalías a cobrar por Las Provincias a un máximo del 3 %, y muchas otras ventajas. Este tipo de resoluciones tienen como único objetivo atraer inversores al país. En la actualidad, se siguen sancionando leyes a favor de las multinacionales. Dentro de estas leyes, se incorporo al Código de Minería la ley ambiental para la actividad minera, pero que no se cumple o solo es un trámite administrativo que si no hay Responsabilidad Empresaria se transforma en letra muerta o es mas fácil y de menos costos, cometer las infracciones ya que las multas son irrisorias o no se cumplen. Los políticos  creen que van a solucionar el problema de escasez de trabajo, trayendo esta clase de empresas que son “Pan para hoy y hambre para mañana”.

¿Cómo funciona la megaminería en el país y qué efectos negativos puede llegar a tener en el medioambiente?

-Los mineros dicen que no hay megaminería, cuando en realidad notamos en varios lugares del país  emprendimientos mineros que están explotando diseminados, los cuales son yacimientos donde se explotan miles de toneladas de material para extraer los minerales que tienen una proporción de unos cuantos gramos por tonelada. Para que  sea redituable es necesario utilizar explosivos y maquinarias que mueven hasta 100.000 tonelada al día  y es esto lo que deja un pasivo ambiental importante y si no hay control una contaminación de los recursos especialmente del agua. Las empresas tratan de ser cuidadosas sino terminarían envenenando a sus propios trabajadores, pero se despreocupan de los efectos a mediano y largo plazo y los del entorno de la explotación. Admito que hay un control pero es relativo: ¿Cómo se hace para controlar territorios tan grandes? Los inspectores para supervisar que todo esté bien necesitan pedir autorización, y por lo general carecen de presupuesto y de los elementos necesarios luego viajar al lugar donde se está trabajando y es usual que lo hagan una vez por mes. Es un sistema engorroso.

-En 2007 la empresa canadiense Barrick Gold Corporation y en enero de este año la Osisko Mining Corporation intentaron explotar el Famatina ¿Por qué a pesar de las protestas de los ciudadanos ese territorio sigue siendo un área en disputa?

-           -El Famatina a nivel mundial es reconocido. Por ser un complejo minero rico en numerosas mineralizaciones y especialmente en oro. En 1820 Rivadavia le entregó a los ingleses para su explotación y la acción de Facundo  Quiroga impidió la entrega realizando su explotación para beneficio de las luchas Federales,  en 1904 el gobierno de Roca construyó el ferrocarril y el cable carril para favorecer la explotación y se lleve el material al puerto eliminando la posibilidad de su tratamiento en la región. Cuando a Barrick le dan la concesión para la exploración, la gente de Famatina reaccionó ya que se dio cuenta  que se iba a poner en riesgo el agua y que no había ningún control por parte del estado. En ese entonces se sacó una ley que prohibía la minería a cielo abierto, que fue eliminada para entregarle los yacimientos a la Osisko.
Las empresas lo ven como un negociado por la connivencia con los responsables, al que recurren para que, por medio de la ley de inversiones mineras, le descuenten el gasto por las inversiones en exploración, incluso pueden importar sin IVA, y les permite vender acciones a nivel mundial a partir de su trascendencia desde la época de los Incas.

-El ministro de minería, Jorge Mayoral, sostuvo en la convención mundial de minería en China, celebrada en 2010, que Argentina en los próximos años desempeñará un importante papel en la industria minera. ¿Coincide con este augurio?

-Mayoral tiene que ser optimista para atraer inversores. Nadie duda de que la minería en Argentina pueda llegar a tener un buen futuro, pero cuando otros Países como China abran todas sus posibilidades, hay que ver si las empresas deciden seguir en el país o irse; no hay que olvidar que las continuas protestas sociales contra la minería resultaron poco tolerables para las compañías. Y si se continua sin el control efectivo de la actividad no van a obtener, la Licencia Social que es fundamental para la actividad y para esto se tienen que dar reglas claras y con cumplimientos efectivos de las Leyes existentes.


-¿Qué se necesita entonces para garantizar un buen modelo minero?

-Hoy en día necesitamos que las empresas desarrollen un buen programa de trabajo, que se crean polos industriales; hay elementos minerales industriales que se pueden desarrollar y que hoy están un poco relegados, como el hierro, manganeso, antimonio. La agricultura por ejemplo necesita potasio, calcio, fósforo y otros nutrientes; las cementeras y las industrias cerámicas tendrían que tener incentivos y fueron eliminadas de la ley de Inversiones Minera. Ahora el paradigma es que las empresas estatales tienen que volver, cualquier empresa sea o no nacional puede ser corrupta si nadie la controla. El lema entonces sería: la minería es posible si hay reglas claras y un control ambiental efectivo.