La tonalidad eterna
Vincent Van Gogh tuvo su primer
contacto con el mundo del arte en plena adolescencia, en ese entonces se desempeñaba como aprendiz en la compañía
Boussod & Valadon, firma que se encargaba del comercio de cuadros, lo que le
permitió afincarse por un tiempo en Londres y París y ahondar en lo que luego
se convertiría en la pasión de su vida: la pintura; pero su inquieta forma de
ver el mundo no eran compatibles con las tradiciones laborales y poco tiempo
después fue despedido.
Durante
ese periodo de inestabilidad y transición trabajó en una librería en la ciudad
de Dordretch, Holanda, e intentó, sin éxito, incursionar en una carrera
religiosa, emulando a su padre quien supo ser pastor protestante, incluso en
Bélgica alcanzó a ejercer labores evangelizadoras para los mineros de precarias
condiciones pero al no lograr obtener el rédito económico deseado tuvo que
abandonar esa actividad. Estos constantes reveses llevaron al artista holandés
a retornar a su hogar paterno.
Los continuos cambios y tropiezos que
Van Gogh experimentó, no hicieron más que crear una firme convicción dentro
suyo: dedicarse a la pintura.
Sus
mentores fueron pocos pero influyentes, Jean François Millet, un artista
afincado en las zonas rurales cuya afinidad por la vida campestre se
representaba en sus trabajos, y Anton Mauve, pintor casado con una prima suya que
ejerció el rol de profesor de arte, el único que tuvo Van Gogh a lo largo de su
carrera.
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Autorretrato. Óleo creado en 1889, permite acercarse a lo imposible: la mirada del artista |
Los dibujos que iba creando fueron sustentados por el dinero de sus más íntimos. El por entonces
joven Van Gogh, soñaba con lograr captar lo que su mirada del mundo y todo lo
que lo componen en éste contenían. Sin embargo, no se consideraba tan bueno
pero si entusiasta y esperanzado en un progreso. "Yo quiero llegar a un
punto en que se diga de mi obra: este hombre siente profundamente y este hombre
siente delicadamente. A pesar de mi reconocida torpeza". Solía expresar.
La
búsqueda de ese color, la tonalidad pérdida o el anhelo por captar la expresión
de la gente y los paisajes más diversos, integraban su universo existencial.
"Hay en los colores muchas cosas ocultas de armonía y de contraste que
colaboran solas y de las cuales no se puede sacar partido sin esto".
Afirmaba, al intentar explicar la agudeza de su arte.
Van
Gogh era analítico consigo mismo pero también con sus pares. " ¿Por qué
los pintores no se tienden la mano para trabajar juntos, como soldados en la
misma fila? ¿Por qué las ramas del arte que son las menos costosas, están
destinadas a tal menosprecio?". Cuestionaba.
Su
hermano Théo, cuatro años menor que él, fue su sostén moral y financiero, a
menudo lo ayudaba con dinero y juntos reflexionaban sobre el arte y sus
movimientos, el divisionismo, el barroquismo y el impresionismo, conformaban
sus tópicos recurrentes.
Los
hermanos nacidos en Zundert, Holanda, llegaron a convivir juntos en Paris, pero
el carácter irreverente de Van Gogh y su tendencia poco social provocaron una
traumática convivencia.
Sin
embargo, nunca dejaron ese apego fraternal; es así que en 1872 se da entre
ellos a un inicio de una serie de cartas que afirman esta unión, algo que
duraría hasta la tempestiva muerte del pintor ocurrida 1890, producto de un
disparo provocado por él mismo en su pecho. Su hermano Théo, incondicional
hasta en la adversidad, lo acompañó en sus últimos momentos; seis meses
después, imitaría también el final de su hermano.